Monasterio de la Piedad. |
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Casalarreina. |
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Espagna.
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Presentación. Prologo. Capítulo I Capítulo II Capítulo III Capítulo IV Capítulo V Capítulo VI Capítulo VII Capítulo VIII Apéndice. Indice. |
Rufino Gil de Zuñiga. |
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Apéndice |
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Cuando todavía no había llegado a plantearme el
modo de dar solución a esta materia, la M. Priora me obsequió un feliz día
con el magnífico folleto, obra del insigne Don José Gabriel Moya Valgañón,
que dedicó al
CONVENTO DE LA PIEDAD DE CASALARREINA Bajo
el patrocinio del Gobierno de La Rioja. El folleto coprende dos docenas de
valiosas diapositivas y media de estupendas postales sobre el Monasterio. El
texto es sencillamente un trabajo propio de la autoridad y exquisito bien
saber de nuestro admirado paisano de Sajazarra, Sr. Moya Valgañón. Sugerí
a la M. Priora que, dadas las cordiales relaciones del Sr. Moya Valgafión
con la Comunidad de este Monasterio, solicitara de su amabilidad su
licencia para incluir en nuestra Monografía histórica el texto íntegro
de su magistral descripción del Monasterio de la Piedad de Casalarreina. Una
sola llamada telefónica de la M. Priora a Don José Gabriel fue
suficiente para obtener de su gentileza la deseada autorización. Vaya mi
gratitud por la delicadeza de su regalo al Monasterio.
CONVENTO DE LA PIEDAD DE CASALARREINA En
1509 don Juan de Velasco, obispo de Calahorra y La Calzada, obtenía
licencia de Julio II para edificar un convento en el lugar de
Casalarreina. El 10 de abril de 1514 se ponía la primera piedra, pero el
prelado no verá terminada la construcci6n ni funcionando el convento a su
muerte, ocurrida en marzo de 1520 en Castroverde de Cerrato. Por
su testamento, hecho en La Estrella a 22 de abril de 1519, ordenaba que,
una vez pagadas las diversas mandas, su dinero se gaste «en acabar el
monesterio de Nuestra Señora de la Piedad que yo hago en el lugar de
Casalarreina». El
22 de octubre de 1522 los testamentarios del Obispo, Antonio de Xaque y el
Licenciado Ibarra, hacían entrega del convento, aún sin acabar, a don
Ifligo Fernández de Velasco, Condestable de Castilla, y a su mujer María
de Tobar. Estos, a su vez, lo cedían el 27 de septiembre de 1923 a su
sobrina Isabel de Velasco para que estableciese allí un monasterio de
monjas dominicas, y doña Isabel añadía de su peculio ocho millones de
maravedís a la dotación. El
2 de octubre los alcaldes de Haro daban posesión del monasterio a doña Isabel y a Fray Pedro Lozano, prior de San Pablo de Burgos, y
representante del provincial, que decía allí misa. Para
1524 el edificio debía estar, si no totalmente acabado, al menos casi
terminado, según se desprende de una concordia celebrada entre los
Condestables y las monjas sobre diversos extremos, fecha el 24 de octubre.
Se alude en ella al «aposento que está hecho junto al monasterio», en
el que había de establecerse un colegio de frailes de la orden, al «capítulo
que es en la claostra del dicho' monasterio» y se dice «que por cuanto
la sepultura de jaspe que agora se hace para el señor obispo no está
acabada ny echa en perfeción, que las dichas priora y monjas y conbento
sean obligadas a hazer, pulir e acabar en toda perfición y asentarle en
medio de la capilla principal a do se a de poner su cuerpo».
En
relación con las obras del monasterio se ha querido situar la presencia
de Felipe Vigamy en el lugar en 1519, indicándose incluso que diera las
trazas de él. También
ha sido señalada la presencia en 1528 del imaginero Juan de Valmaseda y
el entallador Juan de Cabreros. El mismo documento en que se menciona en
Casalarreina a estos últimos, se cita también a otro tallista, Cristóbal
de Forcia, a un cantero Juan de Ribero, y a otro montañés, García Gil,
vecino de Rarnales, quizás también del gremio de la cantería y que no
sería iniposible relacionar con Gil García, vecino de Ramales, que hacia
1529 trabajaba en la iglesia mayor de Alcalá de Henares. De
todas maneras no es inverosímil que la presencia de estos artistas en
Casalarreína se debiese a entrevistas con el obispo a propósito del
retablo mayor de la catedral de Palencia que entonces se hacía, o a
cualquier otra obra de aquel obispado. Al mismo tiempo a Juan de Ribero se
le hallará más adelante en 1546, visitando la iglesia del Salvador de
Simancas por encargo del prelado palentino. El
conjunto conventual guarda una gran unidad estilística en lo
constructivo, como si se hubiera concebido y realizado en su totalidad según
un plan inicial no modificado y en un corto espacio de tiempo. Está
construído fundamentalmente en sillería, aunque en alguna dependencia se
ha utilizado el tapial de ladrillo o adobe entrarnado en madera y, en
clausura, buena parte de las estancias se cubren con techumbre de madera. Viene
a ofrecer una planta más o menos cuadrada, prescindiendo de huerta, con
un claustro principal y otros dos patios de más reducidas proporciones. El
claustro sirve de núcleo aglutinando las diversas piezas conventuales. Al
norte se halla la iglesia, con escalera a los pies al claustro y coro
altos. Al oeste hay cuatro dependencias en bajo dedicadas en tiempos a
almacenes y gallinero y a colegio femenino en alto. Al sur quedan en bajo
una sala de paso hacia la huerta, el refectorio, comunicado por otro
espacio (en tiempos calefactorio) con la cocina y, ya hacia patio
secundario, la cocina y otro almacén, mientras en alto toda el ala se
destina a celdas.
Al lado este quedan la
sacristía, sala capitular (que sirve de cementerio y sacristía de
clausura), sala «de profundis» y en planta alta antigua cámara priora]
y caja de escalera a claustro ,alto, que sirve de paso a los otros dos
patios. En tomo a ellos en bajo cocina, almacenes, portería, sala de
visitas y vivienda del Vicario y en alto celdas y capilla. Toda
la fachada sur viene ocupada por una galería portícada, con gran solana
en alto y da vista a la huerta conventual. La
fachada pr¿ncipal es la del lado norte de la iglesia, cuyo muro se
prolonga hacia el este como cierre del conjunto de dependencias y huerta
monasterial, mientras hacía el oeste va a encontrarse a escuadra con el
antiguo colegio de San Nicolás, fundación también del obispo Velasco y
construcción coetánea como hemos visto, que, cuando la Desamortización,
servía de hospedería a las monjas. La
portada del convento se abre en el aludído muro norte, algo más al este
de la cabecera de la iglesia. Es de tres arquivoltas apuntadas con fajas
cuajadas de animales y niños, entre vides, cardinas y hojas escaroladas
narrando temas de fábulas, la inferior de las cuales se desdobla por bajo
de la altura de capiteles originando ingreso en carpanel trilobulado y
delimitando un espacio de tímpano donde aparecen labradas las armas del
obispo don Juan. Las arquivoltas se trasdosan por una chambrana con hoja s
de berza trepando rematada en conopio y florón. El todo se enmarca entre
pi.lates recambiados y alfiz decorado con rosetas. Dicha
portada da acceso, a través de paso abovedado, a un patio irregular cuyo
lado oeste da a la iglesia y sacristía, con ingreso a ésta, al sur a la
portería y al capítulo, y al este al locutorio. En el lado norte, sobre
el ingreso a ambos lados, está lo que fuera casa del
Vicario, destinada a este fin en su planta noble actualmente, mientras
baja sirve de cuadra y habitación de la guardesa. Los diversos vanos
abiertos en la sillería, tanto puertas como ventanas, son de arco
rebajado. El patio está porticado en lados regulares, norte y este, a
base de pilares cilíndricos con entablamento por capitel y zapatas, sobre
que vuela construcción de tapial sobre viguería.
Un
paso de bóveda rebajada entre la portería y la sala capitular da acceso
al otro patio o claustro pequeflo, rectangular, de tres y dos vanos por
lado, con pilares cilíndricos con entablamento y zapatas en planta baja,
y pies de madera con zapatas de lo mismo en la alta, soportando viguería.
La misma estructura tiene la galería que ocupa toda la fachada sur,
aunque la cubierta en alto es con pares y tirantes. Las
dependencias de una cierta envergadura, almacenes, cocina y refectorio, se
cubren con techumbre de madera de estructura plana, reforzada tardíamente
con arcos diafragmas rebajados y conservando en varios casos la policromía
original. El
claustro mayor es cuadrado, con siete trarnos por lado. En bajo, los
huecos son apuntados moldurados entre estribos prismáticos, cubriéndose
los trarnos con crucerías de terceletes en su mayor parte, aunque alguno
presenta, en lugar de ligaduras --espinazo, combados curvos
polilobulados uniendo las claves de los terceletes--. Esta, aunque
los enjarjes son de planta semicircular, tienen sección de polígono de
lados cóncavos y se decoran con cardinas, berza, vides, rosetas,
animalejos y hombreciMos desnudos. Aquellos presentan en el molduraje
correspondiente a cruceros forineros y perpiafios basecillas octogonales y
capetillos formando faja corrida con la misma decoración. El
claustro alto se cubre con techumbre de madera plana soportada por jácenas
que apea en pilares redondos con entablamento por capitel. De ellos, los
cuatro interiores del ala norte están facetados por una retícula que
dibuja exágonos. Entre los pilares corre un antepecho macizo, excepto en
los tres trarnos de pilares facetados que hay balaustres. Todo
ello hace del claustro la dependencia arquitectónica con mayor abundancia
de decoración monumental. Las
claves centrales de la bóvedas presentan alegorías de la Pasión con
diversos símbolos y atributos como la cabeza de sayón, la escalera y los
azotes, la cruz nudosa, la corona de espinas, los clavos, las llagas,
etc., repetidos a lo largo de las cuatro crujías, mientras las
secundarias se rellenan con cabecitas de angelotes, diversos tipos de
radiantes, o elementos de la flora del «romano», como palmetas, rosetas
o los veros parlantes de los Velascos, en caprichosas y delicadas
composiciones.
En las ménsulas, amén de la flora habitual
de tipo tardogótígo con hojas escaroladas, de cardo, alcachofa, vid,
hiedra, etc., hay motivos animados que parecen en muchos casos recogidos
de ejemplos fabularios, aludiendo quizá a vicios y virtudes. Así es
posible que aludan a los ejemplos correspondientes las presentaciones de
la zorra y las uvas, o de la grulla y el lobo, o sean referencias mitológicas
las de los hombres desnudos que aparecen combatiendo ya a un dragón o un
grifo, un león o macho cabrío, alguna de ellas inspirada en el ciclo de
Hércules, aunque más probablemente es que sean simples alusiones vagas a
la victoria sobre las pasiones. Elementos
similares, incluso pasajes de la vida cotidiana, aparecen en una escala
inverosímilmente chiquita, en la faja capitel que adorna los pilares
fasciculados o el ingreso a la sala capitular. Y
luego están las diversas portaditas que conducen desde el claustro a
distintas dependencias. Casi todas ellas siguen esquema de arco triunfal,
aunque con variantes, tres del claustro alto son de ingreso de medio punto
entre pilastras y entablamento. Otros dos inscriben arco rebajado en la
estructura adintelada. La que lleva a la escalera del coro alto es
simplemente adintelada. Los
elementos decorativos en todo ello se aproximan a lo del exterior y, en
general, a muchas obras coetáneas. Dentículos, óvulos, contarios y
palmetas se prodigan y también fajas a base de eses contrapuestas unidas
por anillos en que un vaso o una lis sirven de eje. Las pilastras se
recubren con largos candeleros con elementos florales de cuyas copas o
nudos cuelgan collares, apareciendo a veces figuras contrapuestas. Hay
frisos de cabezas de ángeles separados por vasos, cuerdas nudosas, cintas
enroscadas y algún otro motivo. Los
dinteles son corintios, recordando lejanamente los que aparecen en las «Medidas
del romano» de Diego Sagredo, pero en dos casos los caulículos son
sustituídos por monos o perros contrapuestos. En dos de las puertas hay
en las enjutas bustos masculino y femenino inscritos en fondos que tendrán
el mismo sentido que en obras renacentistas: protección al que pasa por
ellas contra las asechanzas del mundo y del demonio.
De
tradición gótica, aunque en arco rebajado, es la que da acceso al
antiguo capítulo de jambas y arquivoltas molduradas y capetillos de
rosetas y basecillas de penetraciones en el baquetonado. Parecida es la
exterior del coro alto. El
capítulo está formado por tramos cubiertos con crucerías estrelladas
cuyos enjarjes caen en ménsulas similares a las del claustro bajo. En uno
de los tramos, los combados curvos dan las típicas formas acorazonadas
que se ven en muchos lugares. En el otro, forman una cruz de brazos
sinuosos. En
el ángulo suroeste hay una interesante escalera claustral que sirve de
acceso a los coros alto y bajo y claustro alto. Es de tres tramos, sobre
arcos rampantes, con antepechos y pasarnanos de piedra macizos marcado
cada uno de ellos por pilares redondos rematados en perinolas. La
iglesia responde al esquema característico de los templos conventuales de
hacia 1500, del mismo tiempo de los Reyes Católicos, tan característico
que muchos autores las denominan con ese apelativo. Es decir, nave con
capillas entre contrafuertes y gran capilla mayor con brazos de crucero y
ochavo absidal de que tantos ejemplos hay en Castilla, Andalucía e
incluso en Aragón. Los
tramos de nave con capillas son tres, prolongándosela nave central con
otros dos tramos en el coro alto de clausura de distintas proporciones a
los de la zona pública. Las capillas suben dos tercios de la altura total
y se comunican entre sí como en otros ejemplos conocidos. La capilla
mayor, aproximadamente cuadrada, presenta un ábside ochavado de tres paños
y brazos de crucero, de menor salida que las capillas, como San Jerónimo
de Madrid, también ochavados, creando así el efecto de cabecera
centralizada. Los paños de cierre de los brazos hacia el este van a «bízconde»,
mientras los pies son necesariamente perpendiculares a la nave por la
existencia de las capillas. Esta perpendicularidad se rompe a nivel de bóveda,
como en San Francisco de Medina de Rioseco, el Espinar o Villacastín,
colocando trompas de crucería que crean artificiosamente el espacio en
cruz de brazos ochavados. Junto
con la catedral de Logroño, es la iglesia más cuidadosamente trazada en
la región, pareciendo indicar por sus proporciones que se ha seguido un
doble sistema, geométrico y aritmético, para el
que ha servido de unidad la anchura total mayor.
La mitad de ella
corresponde a nave central y un cuarto a cada capilla, mientras cada tramo
viene a tener el tercio. De esta manera queda el repartimiento de los tres
tramos con capillas. La cabecera, en que se ha respetado la anchura de la
nave central, ha sido trazada por procedimiento geométrico a base de tríangular
un cuadrado cuya base tiene la misma anchura que sirvió de unidad para el
cuerpo. La
traza de la delantera parece similar a la utilizada en San Francisco de
Medina de Rioseco, mientras la nave y las capillas emparentan más con San
Marcos de León en cuanto a proporciones. Toda
la iglesia se cubre con crucerías estrelladas con combados rectos, siendo
los arcos levemente apuntados, incluídas las bocas de capilla. Los
apoyos son pilares adosados faseiculados de núcleo cilíndrico con
molduras en correspondencia con los nervios de las bóvedas, de las cuales
reciben capitelillo de vegetación y basecilla ochavada las
correspondientes a terceletes formeros y perpiafíos. En los rincones del
testero, y en los dos últimos tramos del coro alto, hay ménsulas, así
como en los enjarjes de las tropas de los brazos. En
la capilla mayor los combados dibujan una cruz griega de brazos
puntiagudos como en la iglesia de Fuenmayor, aunque aquí con los
terceletes incurvados hacia las claves de los espinazos. Los
tramos de la nave tienen rombo en tomo al polo y no existen los cruceros,
como en un tramo de Leiva. El mismo sistema se utiliza en las capillas
laterales, aunque sin contraterceletes dadas sus proporciones. En los dos
tramos largos del coro alto hay la estrella de ocho puntas vista en la
cabecera de Castafiares y otros lugares. La
separación en la zona de clausura y la zona pública de la iglesia está
entre el segundo y tercer tramo. Hacia las capillas laterales se cierran
el arco de embocadura en la del evangelio y el arco de comunicación entre
la segunda y tercera en el lado de la epístola. En la nave mayor hay un
muro diagrama que sube hasta la altura de las
bocas de las capillas rematado por un antepecho de balaustres que se
corona con tracerías de claraboya.
En
él se abren tres órdenes de vanos superpuestos cerrados con rejas que
comunican la nave con los coros de clausura y sirven para permitir seguir
desde ella las ceremonias litúrgicas. El
orden más bajo está fonnado por cuatro arcos de medio punto moldurados
apeando las columnas cilíndricas pareadas con entablamento por capitel.
Por él penetra la única iluminacio6n del coro bajo, muy oscuro por su
baja altura. Este coro bajo ocupa el tercer tramo de la nave central y se
cubre con crucerías sencillas a base de compartimentar el espacio en ocho
tramos mediante una hilera transversal de tres pilares facetados como los
del claustro alto, en correspondencia con las columnas pareadas aludidas,
otras similares colocadas hacia el centro de las embocaduras laterales y ménsulas
a los pies, que son como medias claves, decoradas, como las restantes, con
rosáceas renacentistas y veros de los Velascos, cuyo escudo ocupa la
central. Quizá
se pensó hacer tribunas a los pies de la capilla mayor como en San Juan
de la Reyes, o a lo mejor a lo largo de toda la nave central como en San
Francisco de Medina de Rioseco o en San Jerónimo el Real de Madrid. El
caso es que en el muro de los pies de los brazos y en el primer tramo de
la nave aparecen unos vanos cegados a menor altura que las ventanas y de
medio punto. Los de los brazos además son geminados y con decoración del
«romano» en los capiteles y fustas de sus columnas. Todo ello da la
impresión de que tal tribuna se proyectara con modificación del plan
primitivo. Y
a lo mejor en ello influyó la existencia en el proyecto que se realizó
de arbotantes sobre las capillas laterales, arbotantes que no conozco en
otra iglesia de esquema Reyes Católicos. Estos
arbotantes podrían haber sugerido la transformación de sus huecos en un
corredor útil para la tribuna. Por qué en este caso se utilizó sistema
de contrarresto tan antiguo es algo que me escapa, pues el único otro
edificio del XVI (y todo el «gótico» riojano) que los presenta es la
gran cabecera de la catedral de Santo Domingo de La Calzada, que se
realiza por Juan de Rasines hacia 1529, aunque las obras de crucero y
cabecera venían haciéndose desde antes y no es
imposible que los estribos exteriores de los arbotantes respondan a las
obras que estaban realizándose en 1508.
La
cuestión es que estos arbotantes y otros detalles dan al exterior del
edificio un aspecto de escalonarniento de masas y compartimentación de
espacios que nos acercan más al gótico que a la arquitectura del siglo
XVI. En
este exterior abwidan los contrafuertes más que en cualquier otro
edificio riojano de la época, quizá dadas las peculiares características
de la capilla mayor. Son escalonados en su parte superior y en general
prismáticos, pero los rincones de la capilla mayor son de núcleo cilíndrico,
como en las parroquiales de Leiva y Casalarreina. Todos ellos presentan
tres dejas con su chapado, chapado que en la inferior de ellas, apenas
perceptible, sirve de comisa en tomo a la capilla mayor y enlazando con la
del tejaroz de las capillas laterales, mientras en las dos superiores se
limita a los estribos. El entablamiento del tejaror presenta una decoración
de gotas, en realidad veros, emblema parlante de los Velascos, que se
aparta de lo hispanofiarnenco para hacemos pensar más bien en obra del «romano».
Por contra, sobre los estribos exteriores de las capillas, moldurados en
baquetón, hay pilares mortidos. Bastante
góticas son también las ventanas. Son apuntadas'y de doble derrarne, con
tres arquivoltas baquetonadas con sus capitelillos y basecillas en las
jambas. En total hay veintiuna, cinco que corresponden a las capillas
laterales y dieciseís a la nave y capilla mayor, una por cada paño,
exceptuado el tramo central del coro alto. De ellas, la mayor parte son
firigidas y ciegas, y aún alguna de las restantes está tapiada con
posterioridad, de manera que la luz entra por tres de la capilla mayor,
tres de la nave y otra a los pies. Las
dos del ochavo de la cabecera, las dos de los paños longitudinales de los
brazos y la de los pies tienen mainel, travesafío y tímpano decorado con
tracería de claraboya, la de más sabor flamígero de las existentes en
las iglesias riojanas. Sobre el mainel caen dos arquillos conopiales
inscritos en otros que delimitan el brazo central, el cual lleva otra
inscrita a su vez.
La ventana fingida del
testero presenta en el intradós de su arquívolta catorce ángeles
adorando una cruz nudosa que recuerda inmediatamente la que aparece en el
testero de San Andrés de Toledo y, más lejanamente, la de la portada de
San Juan de los Reyes de la misma ciudad que, según Azcárate, debió
estar colocada también sobre el retablo mayor. Pero
esta cruz y mucho menos los angelitos, poco tienen que ver con el estilo
hispanofiamenco de lo toledano y son plenamente renacientes, con un nervio
en el gesto y un movimiento en la actitud que los relaciona con el
expresivismo del taller de Balmaseda. Y
si la tónica general en lo constructivo era lo hispanofiamenco, en la práctica
todos los elementos decorativos del edificio son plenamente renacientes. Entre
las embocaduras de las capillas y las ventanas un friso corre el interior
de toda la iglesia con leyenda en caracteres capitales humanísticos
alusiva al papel de María como mediadora, En
el centro de la capilla mayor se halla el sepulcro del obispo fundador, un
túmulo liso de jaspe rojizo sin otra decoración que una inscripción en
capitales humanísticas. En
el paño derecho del ochavo de la cabecera hay una cartela con otra
inscripción alusiva a la dotación del convento por doña Isabel de
Velasco entre los escudos de Guznián y Velasco. La cartela es plenamente
renacentista en forma de «Tabula ansata», con cualículos arriba y abajo
y eses de grutesco enlazando las asas a las esquinas del marco. Parecida
a la ventana ciega del testero hay una hornacina de imaginería frente al
ingreso capital. La
portada principal se abre en la tercera capilla del lado del evangelio y
es, sin disputa, la mayor riqueza de la comarca en todos los aspectos. Está
cobijada por un pórtico de planta cuadrada en forma de templete a base de
dos pilares exentos con columnas adosadas a los ángulos, unidos entre sí
y al muro de la iglesia por arcos de medio punto moldurados. Este
molduraje permite adivinar que se proyectó para ser cubierto con cúpula,
cúpula que o no llegó a realizarse o fue sustituída por la actual que
parece del XVI.
Pero
en la rosca de los arcos queda reflejada la cornisa de asiento de la
primitiva. La
portada está concebida, como tantas otras del fin del gótico, a manera
de retablo-telón. Pero en ella de goticismo no queda sino el
desequilibrio comparativo entre cuerpos y calles y la arquivolta exterior
del ingreso apuntado, todo ello achacable perfectamente al manierismo de
nuestro primer renacimiento, pues los miembros arquitectónicos como la
decoración escultóríca son plenamente renacentistas. El
cuerpo bajo (quizá hubiéramos de decir cuerpos), se concibe como arco de
triunfo conteniendo el ingreso al centro. Este es adintelado, con decoración
de ovas, palmetas, eses de grutesco altemando con cabezas de angelotes y
vasos y un contrario en jambas y dintel que apoya en zapatas‑cartón
y presenta un ángel en la clave. El
molduraje de las jambas se prolonga en arquivolta apuntada, con la misma
decoración de ellas, albergando un tímpano con la Piedad bajo la
paloma-Espíritu Santo que ha`y en la clave. Todo ello queda incluído
en otro marco apuntado más amplio con diez angelitos llorosos en la
vuelta y en las jambas los cuatro evangelistas y dos parejas de niflos a
los lados del candelabro, todo sobre ménsula en venera de chamela hacia
abajo. Tal
ingreso se encuadra en composición arquitrabada cuyo friso y comisa
rompen las arquivoltas apuntadas, rompimiento que aún se acusa más en
planta al rehundirse todo el centro del entablamento en formas concoides,
quedando en el centro una calavera. Las
jambas presentan fiámeros, candelabros, bichas, máscaras y nifíos en
alto relieve y unos sobrepilares con capiteles corintios que se frentean
con imágenes de Adán a la izquierda, y Eva a la derecha. Ambas se apoyan
en ménsulas con una calavera que remata un pilarete de sección
semicircular en que aparecen de relieve sendos sátiros, con personajes a
los pies, masculino el correspondiente a Eva y femenino el de Adán. Sobre
Eva hay como doselete el árbol del pecado con su serpiente y sobre Adán
un peral.
El cuerpo alto se distribuye en tres calles
por columnas corintias con fuste robustecido de grutescos y con decoración
de exágonos como los del claustro alto, sotocoro y tribuna ciega. Cada
calle presenta dos casas separadas por chambranas a base de veneras de
charnela hacia abajo, ramos de laurel, eses, candelabros y fruteros. En
ellas aparecen de izquierda a derecha y de abajo a arriba la Ultima Cena,
un escudo ducal sin labrar, el Camino del Calvario, el Prendimiento, la
Resurrección, la flagelación y Coronación de Espinas. El
conjunto iconográfico se completa en los pilares que sustentan el pórtico.
En la cara interna de los exentos las columnas se decoran con salvajes,
centauros con arcos, niños, y en las más interiores los doce apóstoles,
siete a un lado y cinco a otro, más los Arcángeles Rafael, Gabriel y
Miguel. El
intradós de los arcos se decora con casetones de rosetas y grutescos y en
la clave del de ingreso.aparece el Padre Eterno. Las
columnas adosadas al muro de la iglesia presentan en el basamento bustos
de emperadores en láureas, el fuste se recubre con grutescos con niños y
sátiros afrontados con candelabro como eje y arriba escudos del obispo
fundador. En los capiteles corintios hay bichas como sirenas. Flanqueándolas
quedan a nivel del suelo dos figuras casi de bulto redondo muy maltrechas,
la, de la izquierda que parece femenina y la de la derecha descabezada. En
general el sentido de la portada parece aludir al triunfo de la Virtud
sobre el Pecado, de la Iglesia sobre el Paganismo, de la Vida sobre la
Muerte, de la Humanidad Nueva sobre la Humanidad Vieja. El
espectador es acogido desde la clave del arco de ingreso del pórtico por
el Padre Eterno que se apoya en sus Potencias (los arcángeles) y en los
difusores de la verdadera doctrina del Nuevo Testamento (los Apóstoles).
Las figuras exteriores de la fachada y los dos emperadores en los
basamentos junto a ellos pueden indicar el paganismo. La situación de Adán
y Eva sobre la calavera y los sátiros indicará el triunfo de la
Humanidad Nueva sobre la Vieja, llena de concupiscencia y pecado, mientras
las historias de la Pasión presididas por la Resurrección serán el
triunfo de la Vida sobre la Muerte y la Redención del Pecado.
Por
el interior de la iglesia queda también decorada la portada, aunque el
biombo de resguardo del ingreso impide parcialmente su visibilidad, sobre
todo en lo que respecta al tímpano. Este
es rebajado con arquivolta externa de angelotes enmarcada en alfiz. Pero
la decoración más importante se halla en las jambas recubriendo en
franjas en derrame del ingreso y el muro contiguo. En
el derrame al lado derecho, en correspondencia con el Adán del exterior,
queda un relieve de Baco reclinado negligentemente al lado de un árbol y
apoyado en su torso, del que cuelga la «pardalis». En el derrame del
lado izquierdo aparece Hércules en pie con la «leontes» al hombro y la
clava en la mano derecha. Ambas
figuras quedan bajo veneras de charnela hacia abajo y sobre ellas eses de
grutesco candelabro con dos águilas en la base y otra coronándolo de la
que penden fruteros y, arriba, busto del emperador romano en láurea. En
las franjas laterales hay sendos ángeles portando escudos con cruz, sobre
ellos grutescos y arriba tondos. En la de la derecha se ve una dama con
balanza y espada, personificación seguramente de la Justicia, y a la
izquierda otra que será la Prudencia, pues lleva espejo y es bifronte. Indudablemente,
en esta portada interna hay una significación iconológica en
correspondencia con la del exterior, pero se me escapa, pues no debe ser
la oposición corriente Vicio-Virtud que suponen Baco y Hércules,
pues no tendría objeto el colocar a ambos al lado de Virtudes ni el que
los dos emperadores tuvieran el mismo gesto noble. Quizá
haya de pensarse en una alusión a las cuatro virtudes cardinales
representando la Fortaleza por Hércules y la Templanza por Baco. Una
posible interpretación que se me ocurre es que, así como al que va a
entrar en el edificio se le expone en líneas generales cómo va a
ingresar en la iglesia y él va a participar de la iglesia, al que está
dentro de ella se le expresa cómo es el recinto más idóneo para
cultivar y desarrollar al máximo las Virtudes indicadas.
Fuera de esta portada tan interesante hay
otros ejemplos de decoración plateresca 0 protorrenaciente en la misma
iglesia y el resto del convento. Junto
a ella, dentro del buque de la iglesia, pero correspondiendo ya a zona de
clausura, hay dos ventanas superpuestas. La
más baja es de medio punto derramado con dos arquivoltas decoradas con
los mismos motivos que el ingreso principal. La otra es en estandarte, de
vano rebajado encuadrado entre pilastras, frenteadas con columnas
corintias estriadas sobre altos plintos cajeados y ménsulas de ángeles,
y entablamento muy acusado con inscripción en el friso. En el antepecho
hay ángeles tonantes de láurea con escudo episcopal sin labrar y este
mismo tema se repite sobre la comisa entre dos flámeros. En
el conjunto conventual hay varias portadas decoradas como dije antes. Una
cegada, está junto a estas ventanas. Es de tradición gotizante de medio
punto moldurado recuadrado con alfiz y leones rampantes en las enjutas.
Otra en la galería alta de la huerta, es similar a las del claustro, de
medio punto entre pilastras y entablamiento recubiertos de grutescos. La
interior del coro alto y la que de la iglesia lleva a la sacristía son
adinteladas, pero con enjutas recortadas por formas curvilíneas. Esta
última es la más rica de ellas, con columnas frenteando las pilastras,
fiárneros en correspondencia con ellas y escudo en láurea de don Juan de
Velasco sobre el entablarnento. Junto
a la del coro hay un aguabenditero gallonado sostenido por una mano
finamente labrada y un relieve sobre una comulgatoria. En él se efigia a
San Andrés en fondo contorneado por ángeles y una láurea que, hacia
abajo, se desdobla en líneas verticales también como guimaldas fingiendo
pilares redondos sobre ménsulas. El entrepaño entre estos pilaretes y la
láurea presenta un querubín entre eses. Otras eses coronan el conjunto
flanqueando el aspa atributo que corona esta especie de retablillo. En
la línea de este retablillo, del de enfrente de la puerta de la iglesia y
de la ventana ciega del testero, puede verse un magnífico óculo con
imaginería en la rosca de la cabecera del locutorio.
La
cronología de esta decoración, que a veces ha sido considerada como
avanzada y tardía, para mí no ofrece demasiada duda a juzgar por los
blasones que en ella figuran. Si
el convento era redotado en 1524, hemos de suponer que allá donde
aparecen los blasones del obispo es que estaban labrados para esa fecha y
que la obra es anterior a su muerte o al menos muy poco posterior. En todo
caso, las partes en que los blasones quedaron en blanco sería porque a la
muerte del obispo nadie quiso labrarlos, bien porque los duques
condestables no desearan dispendios o que la orden dominica no aceptara
signos tan visibles de patronazgo. Por
lo demás, dentro de la variedad, hay una unidad estilistica suficiente para considerarlo todo acabado antes de
1525, tal cual hoy la vemos, aún cuando es indudable la intervención de
más de una mano y el que después se adaptasen a la arquitectura obras de talla. Esto último parece quedar claro en
la portada principal, donde, si el pórtico encaja bien con el resto de la
arquitectura, no parece suceder lo mismo con la portada en sí, sobre todo
con su cuerpo alto, que está como adaptado a la fuerza. Ahora que ese encaje forzado lo mismo puede ser de orígen
por reutilizar los maestros piezas que tenían labradas para el pórtico
apuntado, u otro fín, que por readaptaciones del XVII, cuando se colocó
la actual cúpula. A
propósito he hablado de maestros y de más de una mano, pues difícil se
me hace, a falta de clara documentación, atribuir el conjunto al taller
de Vigamy o al de Balmaseda. Concomitancias
en ciertas figuras hallo con éste y pocas con Vigamy, como no sea el aire
general de los personajes de la Piedad o la composición del Camino del
Calvario, que recuerda lo del trascoro de Burgos, aunque por Vigarny se
decide Esteban en la atribución últimamente. Yo
no me atrevo a precisar demasiado, pues si es bien cierto que en elementos
decorativos se pueden hallar paralelos con obras de Vigamy, no es menos
cierto que ese mismo esquema de grutescos puede hallarse en retablos del círculo
de Balmaseda o en otras obras del ambiente burgalés de la época, no
siendo muy lejanas de portadas de libros que se imprimen en Logroño,
Burgos o Salamanca durante todo el primer tercio del XVI.
Y la realidad es que pocas relaciones guarda esta escultura ni los grutescos que la
acompafían con la obra bien documentada de Vigarny en el tan cercano
Santo Tomás de Haro, ni menos.en el templete del sepulcro de Santo
Domingo de la Calzada. Por
ello creo que habrá que pensarse en una obra de taller burgalés, taller
que pudo ser el de Vigarny y Balmaseda juntos, pues no podemos olvidar el
hecho de que para los dos parece trabajar Juan de Cobrejos o Cabreros. Y
en el mayor italianismo aparente con respecto a otras obras coetáneas,
algo tendría que ver el enigmático Cristóbal de Forcia del que nada
sabemos. Ahora
bien, la arquitectura en sí es algo que no creo pueda atribuirse a
Vigamy, ni como tracista ni como director de obras. Este Juan de Ribero,
del que nada más sé, o el García Gil, aludidos, pudieron intervenir en
ellas, a lo mejor hasta ser los maestros mayores. Quizá
a quien haya de atribuirse la traza es a Juan de Rasines que en dos
ocasiones al menos trabaja para la catedral de Santo Domingo de La
Calzada, que realizó la capilla mayor de Santo Tomás de Haro y con cuya
obra guarda muchas semejanzas esta construcción. Aunque
quizá lo más importante del conjunto sea la concepción espacial de la
iglesia. El sentido de capilla mayor centralizada combinado con un espacio
de nave longitudinal. WITKOWER, SALMI y ROSENTHAL ha mostrado el interés
que los arquitectos de Renacimiento italiano tuvieron por fórmulas eclesiásticas
que combinasen la planta central con la longitudinal, como recuerdo del
Santo Sepulcro. Este tipo de construcciones tendrían sus mejores
exponentes llevados a la práctica en España en dos trazas de Diego de
Siloé: el Salvador de Ubeda y la catedral de Granada. ROSENTHAL
ha significado cuál era el sentido original de la cabecera de la catedral
de Granada, a la vez que la relacionaba con proyectos y diseños italianos
y rechazaba su relación con monumentos españoles anteriores que sugirió
WEISE, tales como las iglesias de una nave rematada en capilla mayor con
ábside y brazos ochavados (El Parral, El Espinar, San Francisco de Medina
de Rioseco) o aquellas de una a tres naves rematadas en gran cabecera
centralizada.
Pero
si efectivamente la cabecera de la iglesia catedral granadina era un
espacio abierto al resto de la iglesia, creo que en buena parte existe una
relación entre ella y estas construcciones del gótico final más o menos
coetáneas. En
el interior de todas ellas se encuentra una clara intención de rematar un
espacio longitudinal con otro centralizado donde se sitúa el altar mayor,
unas veces con aspecto de rotonda, por la mayor altura de la capilla mayor
con respecto a nave o naves, como en La Vid, otras, apreciable esto sólo
al interior por alzar la cabecera prácticamente lo mismo que la naves o
naves. Los ejemplos son muy abundantes y las soluciones muy diversas
existiendo cierto número de capillas mayores con brazos a «bizconde» en
iglesias rurales de Burgos y toda Castilla como para pensar que se trate
de hechos aislados. Si
en Santo Tomás de Amedo la capilla mayor es un cuadrado totalmente
abierto a las tres naves de igual altura, transformado en ochavo por
trompas de crucería, como la cabecera de Bañares, en Santo Tomás de
Haro las trompas son cónicas y sobre el arco triunfal de la nave central
se abre con gran amplitud, mientras los correspondientes a las laterales
sirven justo de estrecha comunicación a más baja altura. En
este aspecto guardan en cierto modo la misma relación las capillas
mayores de la colegiata de Berlanga de Duero y de la iglesia de Villacastín
en las que la centralización se consigue chaflanando los brazos y,
mientras en ésta los arcos de las naves laterales suben a la altura del
triunfal, en aquélla las embocaduras laterales quedan en bajo. El
manuscrito de Simón García recoge un proyecto de iglesia de tres naves
rematado en cabecera centralizada, aunque apenas da explicación de él
que nos permita intuir la razón de esta fórmula. Yo
pienso que debe estar ligada en buena parte con razones de tipo funerario,
como capilla mayor de patronato en cuyo centro debía estar el mausoleo
correspondiente. Así sucede, o sucedía al menos, con las capillas
mayores de Casalarreina, San Francisco de Medina de Rioseco, la colegiata
de Berlanga, Santa Clara de Briviesca, Haro, El Salvador de Ubeda, la
capilla de Mosen Rubí de Bracamonte en Avila, Santa María de Coca.
Otros ejemplos, como la
iglesia de El Parral o la de la Vid, presentan los túmulos en el ochavo
del testero, pero quizá se pensaron para tenerlos en el centro. Aquí
volvemos a encontrar no sólo una relación espacial, sino una analogía
simbólica con el Santo Sepulcro. Analogía diferente de la que guarda la
catedral de Granada, con su sagrario-sepulcro de Cristo en el centro
de la capilla mayor, pero no por ello despreciable. No
hay que olvidar por otro lado la temprana fecha (1498) en que se publica
en Zaragoza el «Viaje de la Tierra Santa» de Bernardo de Breidembach que
tan ricas sugestiones pudo proporcionar a los encargantes de aquellas
obras. Y
si el proyecto de Granada es de 1528, las realizaciones, diríamos en gótico,
son aproximadamente de las mismas fechas e incluso posteriores. La
más antigua es El Parral, al. parecer terminada para 1485 y quizá sea el
prototipo en que se inspiran la Piedad de Casalarreina, San Francisco de
Medina de Rioseco, que se ¿ice bendecida en 1520 y la parroquial de El
Espinar. Hacia 1520 se comenzarían Santa Clara de Briviesca y La Vid. En
Berlanga se pone la primera piedra en 1526 y por entonces quizá se
comenzasen la capilla mayor de Mosén Rubí en Avila y Santa María de
Coca. La parroquial de Villacastín se comenzaría en 1529, mientras Santo
Tomás de Haro no debe planearse hasta 1532. No concemos fechas sobre San
Miguel de Tricio y Santo Tomás de Amedo, pero ambas deben de ser
anteriores a la iglesia de Haro, al menos en veinte aflos, dado su estilo. El
conjunto arquitectónico es un magnífico ejemplo de construcción «mecenazga»,
hasta cierto punto, y «primorrenacentista», por lo mismo, y, por ello de
estilo unitario, como realizada en poco tiempo, prácticamente de un tirón
y de acuerdo a un plan preestablecido. Pero no sucede lo mismo con el
mobiliario, quizá comparativamente de menor calidad y, sobre todo,
correspondiente a varias épocas y estilos. En
la iglesia destaca ante todo el gran,retablo mayor. Es de planta ochavada,
adaptándose a la arquitectura, con cinco calles repartidas en dos cuerpos
y ático, el bajo sobre pedestal que hace de banco y su arquitectura es de
líneas muy severas con columnas corintias soportando entablarnentos
apenas decorados.
En las calles laterales
flanquean casas de medio punto, como
lo es la central del segundo cuerpo, mientras las restantes son
rectangulares, quedando enmarcada la principal por una moldura con orejas
arriba y la central del ático coronada por un frontón triangular. Presenta
esculturas en las alas y en la calle central, mientras las calles
interiores se dedican a la pintura. De ésta hay cuatro grandes escenas
con la Oración del Huerto, la Coronación de Espinas, la Flagelación y
el Camino del Calvario. En los paneles del pedestal aparecen cinco
relieves con santos dominicos: santo Tomás, San Alberto Magno, Santa
Catalina de Sena orante, San Jacinto con San Antonio, San Raimundo de Peñafort,
San Pedro de Verona con San Vicente Ferrer. Otros dos grandes relieves
ocupan las dos casas principales abajo, la Piedad titular y arriba la
Virgen entregando el Rosario a Santo Domingo. Imágenes de cuerpo entero
de San Pedro y San Pablo en el cuerpo bajo, San Francisco, San Juan
Bautista en el segundo y Santiago y Santa Catalina en el ático,
flanqueando un Calvario entre la Dolorosa y San Juan, completan en el ático
el programa iconográfico. Como
se ve, tal programa, alusivo sobre todo a la Pasión, completa el mensaje
de Redención dolorosa de la escena titular, insistiendo en el sentido de
declamatoriedad sentimentaloide que, surgido de la doctrina contrarrefórmista
postridentrina, inforinará la plástica clasista y barroca en lo inocográfico. El
conjunto es bastante extraño a lo que por entonces se hace en esta
tierra, tanto por lo severo de su arquitectura clasicista, como por la
importancia que se da a la pintura en un retablo mayor o el contraste
entre el estilo de ésta y de la arquitectura con la escultura, quizá de
mayor calidad pero como más anticuada. Hace
tiempo que Castro publicó documentación sobre el tal retablo, que
explica hasta cierto punto estas anomalías. En 6 de febrero de 1620 el
prior de los dominicos de Tudela contrataba su confección con los
pintores Juan de Lumbier y Pedro de Fuentes, su yerno, y con Juan de Biniés
y Pedro Martínez, escultores, y el platero Felipe Terrén, como sus
fiadores. Un año después, Lumbier daba poder a Biniés para cobrar lo
que se debía por la obra de tal retablo.
En
el mismo contrato se indica que se había de seguir una traza dada, hecha
por el vallisoletano Juan de Garay, y de ahí la sobriedad del conjunto y
su semejanza con ejemplos vallisoletanos, casi reforzada por el dorado y
retoques realizados a finales del siglo XVIII, en momentos de renovado
clasicismo. Las
escenas pictóricas, de composición muy apretada, dibujo duro y anguloso
y colorido muy frío, indican la formación manierista tardía de Juan de
Lumbier, cercana a los Pertus y también a Roland de Mois, del que puede
haber surgido su interés por el contraste lumínico, menos perceptible en
otras obras realizadas por él mismo y por su yerno en la comarca
tudelana, aunque tal avance hacia el clasicismo pueda deberse a Pedro de
Fuentes y quizá lo recalquen ciertos groseros repintes del siglo XVIII
que las recubren. La
escultura, que asimismo presenta policromía de finales del siglo XVIII es
probablemente lo más fino de todo y lo que más se acerca a lo que se venía
llevando hasta ese momento por esta tierra, la grandilocuencia romanista,
con sus paños abultados y forzadas posturas, recordando a Miguel Angel o
Baccio Bandinelli, tanto en los contrapostos como en las fieras
expresiones o crenchas gruinosas. La escena principal deriva de composición
dureriana reelaborada por los miguelangelescos y debe ser muy querida por
los escultores romanistas, supuesto que es la misma que utilizará Becerra
o López de Garniz y aparecerá en diversos retablos, alguno bastante
cercano. Menos
interés tiene los restantes retablos repartidos por el templo. En
los brazos del crucero hay dos retablitos dorados de estilo rococó de
hacia 1780 de un cuerpo de tres calles y ático. El de la izquierda está
dedicado a la Virgen del Rosario y tiene imágenes además de San Vicente
Ferrer, Santa Catalina de Sena y Santo Domingo, buenas esculturas de la época.
El del lado sur tiene imágenes también de finales del siglo XVIII, quizá
de autor madrileño, de San Alberto Magno y Santa Rosa de Lima, además de
un Niño Jesús, Señor del Mundo, de mediados del siglo XVII. En las capillas hay cuatro retablillos clasicistas de un cuerpo de la primera mitad del siglo XVII, cada uno de orden distinto, como dedicados en origen a santos diferentes.
Uno lo estaría a San
Jacinto y es de orden toscano. Otros dos lo fueron a la Virgen y Santo
Domingo y el uno es jónico y el otro corintio. Lo único uniforme en
todos ellos es el remate de frontón redondo en volutas, pues dos
presentan en su único cuerpo tres casas y otros dos una sola. El
único que parece conservarse en su estado original es el dedicado a la
Aparición de la Virgen en Soriano, ese hecho de la primera mitad del
siglo XVI en que la Virgen, ante las dudas de un frailecito toscano, se le
presentó con el retrato de Santo Domingo acompañado de la Magdalena y
Santa Catalina. El portento, que siempre ha significado una revitalización
para los conventos de la orden, se acompafta de otros milagros del santo
de mucha menor calidad. Los blancos, rojos y azules del lienzo titular
contrastan con las exiguas calidades que se ven en las historias del
pedestal que hace de banco, pintadas sobre tabla. Pero
si aquél es de buena mano, probablemente de algún maestro trabajando en
la corte, quizá con lo fiarnenco, como el grabado que imita, composición
muy apreciable en la época, éstos, a pesar de su cierta rusticidad,
tienen el encanto de lo anecdótico, pues aprovechan el mensaje
compulsorio de cómo Santo Domingo es capaz de sanar enfermos y
deshauciados, obliga a cumplir las promesas o vence la esterilidad,
paramostramos con viveza los personajes, mobiliario y aderezo de las
capillas existentes hacia 1640. En
otro, ahora dedicado a la Virgen del Carmen, imagen del siglo XX que se
flanquea con otras de San José y santa Ana de la segunda mitad del siglo
XVIII obra seguramente de escultor calceatense no muy hábil, hay tablitas
de la Virgen amparo de los dominicos, entregando el Rosario a Santo
Domingo y aplacando la ira de Cristo hacia el mundo a petición del Santo,
que quizá hayan de atribuirse al pintor local de Rodezno hacia el 1630. En el de San Jacinto, la imagen titular es de la primera mitad del siglo XVII, mientras las escenas de su vida, caminando sobre el caudaloso Dnieper cargado con el Sacramento y la imagen de la Virgen salvados de Kiev sitiado por los turcos, recibieron las promesas de la Virgen en la vigilia de la Asunción u orando por la fundación de Danzig, como las tablitas de San Jerónimo, San Diego de Venecia, San Ambrosio de Sena y San Bemardo de Foronda, como las del retablo de Santo Domingo.
El
de San Pedro, cuya imagen es también del siglo XVIII, luce los buenos
relieves de San Roque y San Blas, de hacia 1530, de concepción movida y
nerviosa. Tales
retablicos serán fruto de la devoción de diversos individuos a lo largo
de la primera mitad del siglo XVII, recompuestos aprovechando piezas
anteriores, como los dos relieves citados o donaciones del momento, como
el Santo Domingo en Soriano, incluso completados después, al fozar nuevas
modas artísticas en el siglo XVIII, e incluso en el nuestro, la reposición
de ciertas imágenes. Aparte
de la iglesia el coro, alto presenta el conjunto más interesante de
mobiliario del momento. Y ello prescindiendo de los propios detalles
decorativos arquitectónicos, ya,aludidos, de. portada, aguabenditero y
comulgatoria y también el pavimento, precioso solado a base de baldosas
de barro cocido exagonales, cuadradas, romboidales, con azulejería de
cuenca, seguramente toledana, que forman lacerías y otros entrelazados
geométricos y florales, indicando con ello que remonta a la primitiva
construcción. La
sillería es grandiosa, de cincuencta y ocho asientos, pero muy sencilla
con respaldos lisos entre columnitas lisas en el orden superior, rosetas
en los brazales y grutescos en los coronamientos y chambranas calados.
Aquellos son dos tipos distintos de tablero que se repiten sistemáticamente
entre pilares de cogollos, a base de vasos sirviendo de eje de eses
contrapuestas. Ellos y los pilares en zarpa en los extremos, que recuerdan
tanto las cosas burgalesas, nos inclinan a pensar en la sillería de Santo
Domingo de la Calzada, obra de burgaleses, y en la posibilidad de que
hubiese también aquí la intervención del taller Vigarny y Balmaseda. De
todas maneras, parece como obra inacabada y no perfecta al haberse acabado
el dinero para ella. Más
importante es el facistol también hacia 1520, con pilares de zarpas en el
trípode y buenos trabajos de taracea en sus cuatro caras que reproducen
escudos de la orden y bustos de Santo Domingo y San Pedro Mártir bajo
cartelas con sus nombres.
Asimismo es de la época de la fundación un
templete de planta exagonal que sería antaño el relicario del altar
mayor. Balaustres muy elongados reposando en pedestales octogonales
soportan entablamento con friso de angelotes y enmarcan paneles de tracería
de claraboya gotizante. Sobre ello hay un segundo cuerpo con hornacinas de
medio punto que albergan imagencitas bajo doseletes también con tracería
calada gotizante y que remata en cimborrio frenteado por veneras y
coronado por bulbo entorchado entre pilares mortidos de fiámeros. Las imágenes
correspondientes todas a santos de la orden son, Santo Domingo, San Pedro
Mártir, Santa Catalina, Santo Tomás y San Alberto. Por su estilo,
cercano a las figuras rotundas de Santo Tomás de Haro o del retablo mayor
de la catedral de Palencia, llenas de recuerdos hispanofiarnencos en la
dureza angulosa de los paños o el tratamiento del pelo, es muy posible
que sean del taller de Vigarriy. Contorneando
este relicario hay una serie de cuadritos de los siglos XVII y XVIII, de
estilo popular, aunque no carentes de interés. Hay además en el coro
alto un conjunto de grandes cantorales en pergamino y papel, veinticinco
en total, de los siglos XVI a XVIIII, con algunas iniciales iluminadas.
Uno de ellos está hecho en 1743. En
el coro bajo hay una bonita imagen de la Virgen con el Niño en alabastro
policromado de estilo gótico, que parece de la segunda mitad del siglo
XV, pero debe copiar un modelo más antiguo por la suave fluidez de los
pliegues ondulantes de su manto y la silueta de aire cortesano que .
ostenta. En
la sala capitular hay un modesto retablillo tardoromanista, de hacia 1620,
con un cuerpo de tres casas rectangulares entre columnas jónicas y
frontones triangulares, rehecho al final del siglo XVIII, como están
repintadas sus imágenes, de la misma época del retablo, aunque
probablemente reutilizadas en él, dada la diversidad de sus tamaños. Son
Santa Ana, la Piedad y Santo Tomás de Aquino, más un Crucifijo en el
remate, en las que el recuerdo miguelangesco está ya sólo en la
composición. La de Santo Tomás quizá pudiera atribuirse al taller de
Hernando de Murillas.
En
el locutorio hay un gran lienzo de la Magdalena, muy bello, probablemente
obra italiana de la primera mitad del siglo XVII e inspirado en Correggio. La
sacristía se adorna con tres lienzos de desigual mérito. El mejor es un
San Lucas retratando a la Virgen que, como un San Antonio Abad, parece
obra de hacia 1620. Ambos clasicistas de distintas manos pero quizá
vallisoletanos. También lo será el más flojo, una imposición de la
casulla a San Ildefonso, firmada «Clemen. Sánchez faciebat», que será
el Clemente Sánchez que interviene en el retablo mayor de Santa María de
Aranda. Es interesante el naturalismo en la representación de los
textiles cual la alfombra o el frontal. Diseminadas
por el interior de la clausura hay otra serie de pinturas. Hay un tríptico
pintado sobre tabla en cuya escena central se representa la Piedad; en la'
puerta izquierda la Misa, de San Gregorio y en la derecha San Antón y San
Cristóbal, bonito aunque no de excesiva calidad, de maestro castellano de
la primera mitad del siglo XVI. Un lienzo muy bello de la.Virgen de la
Sopa, con fuertes recuerdos canescos, será obra granadina de mediados del
siglo XVII, mientras un Cristo con la Cruz a cuestas será italiano y una
Santa Faz de escuela madrileña. Más rudos son un par de lienzos del
Nacimiento de la Virgen y la Adoración de los Reyes Magos, sacadas sus
composicíones de estampas flamencas. El segundo va firmado «Antonío López
de Roa me fecit año 1605» y ambos son todavía de composición
manierista, poblados de apretadas figuras, pero de brillante colorido
veneciano. Un Descendimiento de la Cruz parece de la mano de Clemente Sánchez
citado antes. Prescindiendo
de otras pinturas e imágenes diversas, habrán de mencionarse algunas
buenas piezas de orfebrería, entre ellas dos cálices y un copón de
plata sobredorada, el primero de pie redondo, los otros dos con contorno
mixtilíneo y el último marcado en Toledo. Por su decoración, en que
abundan los candeleros renacenfistas, parecen del primer tercio del siglo
XVI, aunque la copa de uno de ellos es más tardía. Hay también una
pequeña naveta de plata que parece de mediados de esa centuria. José Gabriel Moya Valgañón
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