Me
encontraba yo ocupado, durante nuestra habitual estancia invernal, en el
sur de la Isla de Tenerife, en la investigación de los Archivos
Municipal y Parroquial de la Villa de Adeje, cuando estudiando las
ayudas que consiguió Alonso Fernández de Lugo en su primer intento de
conquista de la mayor de las Islas Canarias, descubrí que Don Juan
Alongo de Guznián, Duque de Medina Sidonia, de San Lúcar de Barrameda,
fue en 1494 quien inclinó la balanza del éxito del conquistador de
aquella Isla, merced a la valiosa aportación prestada a Fernández de
Lugo.
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Monasterio de la Pietad. |
Conocía
la existencia de este Duque de Medina Sidonia aflos atrás desde que
acudirnos a la celebración de Misa en el Monasterio de Ntra. Sra. de la
Piedad donde existe, adosada a la pared del Presbiterio, una placa en
forma de cartela en la que se hace mención a la Fundadora del
Monasterio, Dfla. Isabel de Guznián y Velasco, hija de los Duques de
Medina Sidonia, Don Juan de Guznián y Dofia Isabel de Velasco.
Regresados
a nuestra residencia en la Rioja, visité a la Madre Priora para
ofrecerle escribir la historia de su Monasterio si me permitía estudiar
e investigar la documentación de su Archivo.
Mi
primera impresión fue de que el Monasterio carecía de suficientes
documentos para rehacer su pasado, pero muy pronto me fui convenciendo,
a medida que profundizaba en su estudio, que había material abundante y
susceptible de ser transformado en una Monografía histórica dedicada a
este Monasterio de la Piedad.
Atravesar
el umbral de su Clausura ha sido uno de los momentos más plenos en mi
dilatada existencia. Me esperaban al otro lado dos de los dieciocho
Angeles que entonces poblaban el Monasterio. Ahora, uno de, estos 18, la
más anciana de las Religiosas, alcanzó, tras larga travesía de sus 95
años, la plenitud de su verdadera vida.
Apenas
traspasado el dintel de la Puerta Reglar y en tanto atravieso en su amable
compañía un pequeño claustro, subimos unas amplias escaleras y
penetramos en la sala denominada el Depósito, donde se guarda el Archivo
monacal, tuve el tiempo suficiente para percibir la profunda y grata
impresión de que la Clausura de este Monasterio es la Historia anclada en
el siglo de oro español y el santuario del ascetismo religioso.
El
Claustro está, en efecto, saturado de historia e impregnado de auras de
santidad.
Finalizado
ya mi trabajo tras largos e intensos meses de estudio e investigación de
los documentos, abundantes en número y sobre todo en su contenido histórico,
que conforman el valioso Archivo del Monasterio de la Piedad, llega el
momento de explicar la finalidad buscada o el objetivo propuesto a través
de unas cortas páginas que sirvan de Presentación o introducción al
cuerpo de la Monografía histórica escrita sobre el pasado de este
Monasterio.
Deseo
en primer lugar hacer pública manifestación de que cuantos datos he
utilizado y me han servido para la culminación de mi trabajo, han sido
obtenidos directa y exclusivamente en el Archivo del Monasterio.
Me
siento obligado de modo especial a expresar mi gratitud y reconocimiento a
la Comunidad en general y en su nombre a las Madres Sor Imelda, Priora, y
a Sor Natividad, Secretaria, por las facilidades y ayuda que me han
brindado en la puesta a mi disposición de todos los libros, papeles,
legajos, etc., que conservan en su valioso Archivo, por la confianza
demostrada en todo momento de que mi trabajo podía significar para el
Monasterio un valor estimable, por haberme ellas personalmente mostrado e
informado de todas las dependencias de Clausura, la huerta y sus Cauces,
por la oportunidad que me han ofrecido para conocer a toda la Comunidad en
el Locutorio o «Reja Mayor» en un coloquio celebrado para tenerlas
informadas de los descubrimientos que íbamos realizando en su pasado, de
la marcha general de la investigación y para
despejar sus incógnitas o curiosidad sobre la Fundación de manera
especial.
Me
complace escribir que observé en aquella grata ocasión veladas lágrimas
de emoción y orgullo de formar parte activa de una sucesión de
antecesoras heroicas y santas.
Todos
estos factores me sirvieron de aliento y estímulo en mi trabajo, por cuya
razón se lo agradezco. Sé que en repetidas ocasiones he alterado sus
costumbres, pero confío igualmente hayan sido indulgentes conmigo.
Al
concebir e iniciar el trabajo de esta Monografía histórica dedicada al
Monasterio de la Piedad, mi objetivo inicial fue reconstruir su pasado
sacando a la luz documentos de su Archivo, celosamente guardados en las más
reservadas de sus estancias monacales, la Sala, llamada del Depósito.
Desde
el comienzo de mi trabajo me pregunté con frecuencia la razón o la
significación de la denominación «Depósito», sin haber podido
satisfacer mi curiosidad. Ahora sin embargo creo tener los elementos
necesarios para opinar que su nombre obedece a que en esta Sala estaba y
todavía está un Arca, guarnecida por tres cerraduras y sus
correspondientes llaves diferentes.
Se
guardaba en esta Arca, desde la época de la Fundación, probablemente los
famosos Nueve Quentos de Maravedís que formaban la Legítima de Doña
Isabel, las Dotes de las otras Religiosas, los Juros del Rey o Juros «al
quitar», equivalentes a los actuales Títulos del Estado, en que se
transformaban las Dotes de las recién Profesas, las Cartas de Compra o
Censo en que también se invertían los importes de las Dotes.
Se
guardaban naturalmente en esta Arca los Ducados, Reales de Vellón y los
modestos maravedís. Sus tres llaves diferentes estaban en posesión de la
Priora, Subpriora y Depositaría, de forma que para depositar o sacar algo,
era necesaria la presencia de cada una de las tres poseedoras de las tres
llaves diferentes.
Rehacer
su pasado ha significado agrupar los 537 libros o cuadernos que a su vez
contienen un numero superior al millar de documentos, clasificarlos por
materias y ordenarlos finalmente en orden eronológico.
Las
Monografías, producto de mi trabajo, están siempre exentas de cualquier
pretensión económica. En el caso del Monasterio de la Piedad quiero señalar
que he hallado una Causa digna de un trabajo de rigor, una Comunidad
merecedora de una obra seria y por último un trabajo estimulante y
gratificador en sí mismo, que si bien no entraña mérito alguno personal desde el punto de vista de mi sacrificio, soy
consciente de que supone para la Comunidad de Religiosas de este
Monasterio un valor estimable en Cuanto a contribución de rehacer su
pasado.
Me
consta que nadie con anterioridad ha acometido tan dura obra. Mis
expresiones, sin embargo, no deben ser interpretadas como fruto de una
falsa modestia, ya que soy consciente de los centenares de horas
invertidas en la búsqueda de la historia de este Monasterio.
Esta
Monografía histórica sobre el Monasterio de Ntra. Sra. de la Piedad,
redactada a través de las fuentes de su Archivo, ha sido concebida y
dedicada desde su inicio para uso y, si al final resultaba útil,
satisfacción y orgullo de la actual Comunidad. Terminada ya, puede a mi
juicio ser de provecho igualmente para las Comunidades venideras.
A
medida que he alcanzado un mejor conocimiento y profundizado en el análisis
de la vida de ascetismo que han practicado sus antecesoras y continúan
viviendo las Religiosas actuales, me he impuesto el deber de poner de
relieve en esta Presentación de su Historia sus valores y virtudes
heroicas.
Destaca
en la observación del modo de vivir heroico de la Comunidad actual una
característica uniforme y predominante: pasar desapercibidas para el
mundo. Este espíritu está contenido y expresado 'en el Testamento de su
Fundadora: «... yo acuerdo, ordenar mi Anima... como Persóna que ha de
ser habida y reputada por muerta en todas las'cosas tocantes quanto al
mundo ... » Esta expresión es la manifestación de sus principios a este
respecto, avalados con el ejemplo de su vida.
Sin
duda, la Fundadora, Sor María de la Piedad, debió escribir a sus
hermanas, familiares, allegados, a otras Comunidades, a sus tíos los
Condestables de Castilla, etc., cartas, Ordenanzas, normas de vida
interna, pero lamentablemente nada ha trascendido a su futuro. Incluso
ahora para iniciar este proceso de exaltación de sus virtudes, carecemos
de lo más elemental. Disponemos únicamente de su Testamento.
Se
puede afirmar con rigor que lo único que nos ha sido transmitido
documentalmente y por vía de tradición sobre el pasado de nuestro
Monasterio, se refiere desgraciadamente a penalidades, pleitos,
dificultades, etc. Nada sabemos de sus alegrías y gozos. Sólo desde
tiempos modernos, exactamente desde 1888, año de la apertura del Sepulcro
de la Fundadora,
conocemoy la vida y la muerte de las religiosas de este Monasterio.
Es
mi deseo, finalmente, resaltar otra de las características que se destaca
de manera muy especial en el análisis del vivir cotidiano de las
Religiosas de nuestro Monasterio. Me refiero a su ascetismo.
Las
Religiosas ingresan en Comunidad a una edad responsable, lo cual realza el
mérito de la vida de sacrificio que practican a lo largo de toda su vida,
consagrada a la renuncia voluntaria en todo cuanto al concepto humano
tiene por comodidad, familia, satisfacción en el comer, vestir, etc. Su
vida es sin embargo alegre y sobre todo, a mi juicio, heroica.
Este
rasgo se pone de manifiesto cuando les llega la hora final de la verdad.
La actitud humana ante la muerte puede estar encuadrada en tres simples
grupos: temor, serenidad, gozo.
Pertenecen
al primer grupo aquellas personas, que llegadas a su meta final, se ven
invadidas por el temor tanto del dolor físico como de¡ vacío del más
allá, consecuencia tal vez de la incapacidad para sufrir y de la
intranquilidad de su conciencia con sus semejantes.
Está
formado el segundo grupo por aquellos que contemplan el final de sus días
con serenidad ante el posible dolor y ante la inmediata comparecencia ante
su Creador, producto posiblemente de su rectitud de conciencia.
El
tercer grupo abarca a las personas que ante la muerte, la esperan incluso
con gozo porque su vida ha sido un mero camino, cuyo final es el tránsito
hacia la vida en su plenitud.
A
este grupo pertenecen las Comunidades de este Monasterio con su vivir
heroico, culminado con la muerte que nos relata su «Libro de las
Defunciones» cuyo título me he permitido modificarlo en las páginas que
dedico a su glosa en esta Monografía histórica: «Libro de las Santas».
Por
coincidir este afío de 1989 con el quinientos aniversario del nacimiento
de Doña Isabel Alonso de Guzmán y Fernández de Velasco, la Comunidad de
Monjas Dominicas del Monasterio de Nuestra Seflora de la Piedad de
Casalarreina y el autor de esta obra dedican la presenta Monografía histórica
a perpetuar la memoria de nuestra Fundadora y rendir homenaje de veneración
y reconocimiento tanto a Sor María de la Piedad como al Fundador, Don
Juan Fernández de Velasco, Obispo.
1489
- 1989
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