Monasterio de la Piedad.

Casalarreina.

 

 

 

Espagna.

 

Presentación.
Prologo.
Capítulo I
Capítulo II
Capítulo III
Capítulo IV
Capítulo V
Capítulo VI
Capítulo VII
Capítulo VIII
Apéndice.
Indice.

Rufino Gil de Zuñiga.

 

 

 

Prologo.

 

 

ARRAIGOS Y DESARRAIGOS.

 

Me hace el honor la M. Priora del Convento de la Piedad de Casalarreina, Sor María Imelda Fernández de Valderrama, de encargarme el Prólogo de la interesante monografia escrita por D. Rufino Gil de Zúñiga, y me place mucho el menester, aunque mi labor no satisfaga las exigencias de la obra bien hecha que mis buenas amigas e intercesoras, las RR. MM. Dominicas, se merecen. 

 

Virgen del Rosario.

Cunplo el encargo, por otra parte, con la admiración que me produce la paciente, excitante y hermosa labor del autor del libro, para desentrañar de los archivos del Monasterio susodicho una historia que, aunque es común al pueblo y al cenobio, siempre ha parecido, y no por culpa de éste, que han vivido de espaldas.

 

Este «Monasterio de la Piedad a través de las fuentes de su archivo » querido lector, es un libro de satisfacciones; primero para quien lo ha escrito después de regocijarse lícitamente a veces de lo que hallaba en su paciente labor de investigación en el depósito conventual. 

 

Esta satisfacción la refleja el autor en sus comentarios tan transparente que parecerían ingenuos de no venir de estudioso tan avezado como Gil de Zúñiga. Como el ¡eureka! de los sabios que descubren algo, que es, si bien se mira, una exclamación de ingenuo asombro. Si muchos historiadores hubieran sido ingenuos, la Historia no hubiera sido manipulada como lo ha sido. Ese aserto conocido de que la Historia la han escrito los vencedores, es testimonio fiel de la falta de inocencia.

 

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Es también un libro de satisfacciones para las propietarias y depositarias del archivo que han penetrado con él en un pasado rico en matices y situaciones y al mismo tiempo en información fiable para afrontar desde tan valiosa documentación el futuro, pues situaciones como las que han logrado resolver con éxito en el pretérito insidiosas ocupaciones territoriales o desviación de los cauces molinar y del medio, etc., nadie puede asegurar que no se repitan en el futuro, precisamente porque todos conocemos la condición humaría. 

 

Y satisfacción es para las monjas también la conciencia precisa de la riqueza cultural y artística del legado que hicieron los adores, tanto el Obispo D. Juan Fernández de Velasco, como la primera Priora, Dfia. Isabel Alonso de Guzmán y Fernández de Velasco.

 

En tercer lugar, es un libro que, sin duda, proporcionará satisfacciones a quien leyere, porque si bien es un cauce de varios meandros, la noticia salta aquí o allí para sorprendernos gratamente.

 

Finalmente, ofrece la tentación a un destinatario, desconocido por ahora, para adentrarse por las acuciantes incógnitas que ofrece, especialmente en algunos aspectos que están gritando en silencio su descubrimiento.

 

En este sentido, «Monasterio de la Piedad a través de las fuentes de su archivo» es un proceso de arraigos y una requisitoria tácita de desarraigos, por lo que testimonia de la previsión de los fundadores, especialmente de la primera Madre Priora electa, Sor María de la Piedad, cara al futuro, previsiones espirituales y materiales que permitieron, como dice Gil de Zúñiga, sobrevivir a la nave conventual en el proceloso mar de¡ tiempo hasta la Desamortización, proyecto que pudo haber sido, en cierto modo, revolucionario por potencia¡ instrumento de redistribución de la riqueza y que se quedó en agua de borrajas, pues si los bienes salieron de las manos muertas, entraron en los de la especulación, más inertes y perniciosas socialmente. 

 

Pero las previsiones fundacionales han permitido la vida activa, aunque callada, de generosas vocaciones dominicanas de clausura en este Monasterio de la Piedad hasta nuestros días. Las monjas se han adaptado a los tiempos que corren y en un pasado reciente se vieron obligadas por la necesidad a abrir colegio de enseñanza y formación de la mujer. 

 

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Hoy han convertido el convento en taller. El cambio es tan notorio como inteligente y compatible con la vida ascética. El Monasterio de la Piedad y su plantel de monjas está bien arraigado y, aunque se habla de remisión de vocaciones, ellas confían en que su oración ayudará a salir de la crisis. 

 

El hedonismo y la libertina permisividad actual en la sociedad acabarán por producir hastío, y, consecuentemente, una necesidad de volver a la esperanza y, por ella, a la fe. Quizá sea esa la senda que conduzca al florecipniento de nuevas profesiones de MM. Dominicas. Acabo de leer en una revista la historia de una mujer licenciosa que, arrepentida, lo ha dejado todo para dedicarse al Señor en un convento. Se repite periódicamente el caso del Duque de Gandía, que no quiso «servir a señor que se le puede morir». 

 

Curiosamente, como se recoge en este libro, este Duque, que fuera después San Francisco de Borja, estuvo en Casalarreina, en 1522, para inaugurar un convento de Clarisas en Ajuarte, convento que se disolvió poco después por traslado de las monjas a Madrid. En ese mismo año, también pernoctó en este «logar» el Papa electo, Adriano VI, el 13 de marzo de 1522, camino de Roma, quien al día siguiente inauguró la fábrica del Monasterio y la Iglesia, según recoge Gil de Zúñiga. Muchas otras celebridades pasaron por Casalarreina. Jovellanos constata en los «Diarios» su estancia en casa de unos amigos donde no es precisamente galante con las hijas de sus huéspedes.

 

El Monasterio de la Piedad, según sus fuentes documentales, ha vencido la codicia en varias ocasiones, desde un lugar desde el que parece que no se está al cabo de la calle, pero que ha logrado sentencias de recobrar la pacífica posesión utilizando los recursos ante las instituciones pertinentes en cada momento histórico. El libro es lo suficientemente elocuente al respecto. Las raíces están muy profundas para resistir cualquier vendaval y menos cualquier veleidad de grupo.

 

Pero también el Monasterio denuncia tácitamente un cierto desarraigo en el tiempo. Poco después de su fundación, muchos vecinos desearon ser enterrados en este sagrado recinto, lo que refleja una comunión espiritual entre convento y pueblo, y que debió de suscitar los celos y la codicia del cabildo parroquia¡ al exigir a las monjas el llamado «quarto funeral».

 

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Hoy parece advertirse, a pesar de las excelentes relaciones individuales de los seglares con las MM. Dominicas, un cierto divorcio entre convento y sociedad. ¿Es que sólo hay que entender la utilidad material de su presencia en el entorno? Hay más, especialmente el tesoro de la intercesión de quienes se dedican a la vida contemplativa; no debiéramos dejar secar esa raíz que nos une históricamente al Monasterio. Si bien hay buenas relaciones, podrían estrecharse. 

 

En definitiva, el convento es socialmente del pueblo, forma parte de su patrimonio y últimamente lo hemos visto cuando las monflias han hecho copartícipe al vecindario de fastos conmemorativos o cuando han cedido para usufructo del pueblo la campa en unas generosas condiciones que prevén cualquier atentado a este espacio que de facto es, por voluntad de las monjas, público.

 

Además hay un tesoro escondido en estotro tesoro que es el convento y que ha sido ahora abierto a la contemplación del visitante. Me refiero a la Bula, expedida en 1509 por el Papa Julio II, autorizando a testar al Obispo D. Juan Fernández de Velasco sus 12.000 ducados para la construcción del Convento de la Piedad, y a otros documentos preciosos con los que se podría, de acuerdo con el Ayuntamiento, los vecinos y la Comunidad Autónoma de La Rioja, y sus prestaciones económicas, establecer un Museo que haga más incitante la visita a Casalarreina y al, Monasterio.

 

Pero entre los tesoros W convento, el más preciado, sin duda, es el cuerpo incorrupto de la fundadora, Dña. Isabel Alonso de Guzmán y Fernández de Velasco, Sor María de la Piedad. ¡Qué emoción la de las monjitas cuando exhumaron el cadáver por primera vez en julio de 1888 y lo encontraron, posiblemente como anhelaban y esperaban, incorrupto pese a haber sido enterrado tres siglos y casi medio bajo una capa de cal viva! 

 

¿No es una maravilla milagrosa? 

 

Esa misma emoción la han vuelto a sentir las religiosas acogidas actualmente en el Monasterio de la Piedad, cuando en Octubre de 1988 reabrieron el sepulcro, al cumplirse los 448 años de la muerte de la fundadora. He visto una fotografia y es impresionante el estado de conservación y momificación de la venerable Madre. Parece que estuviera dulcemente dormida, testimonio irrebatible de la serenidad y gozo con que abandonó este mundo, testimonio que en cierto modo responde al autor de este libro cuando dice nada sabemos de las alegrías y gozos de estas siervas de Dios. Ahí está la clave, en la forma de morir de que también Gil de Zúñiga habla en la introducción a esta obra.

 

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Que hay que regenerar estas raíces está en el hecho de que casi todos los vecinos acuden al locutorio individualmente, pero habría que materializar esta relación en un compromiso colectivo, una asociación de amigos del Monasterio, la visita en determinadas fechas, de nuestra Corporación, para no dar la sensación de que institucionalmente el convento es poco más que un accidente en la vida municipal.

 

Y más pediría yo para arraigarnos como pueblo en la historia: el descubrimiento de nuestras señas de identidad como Casalarreina, después de haber sido Naharruri o Nafarruri, curíosamente pueblo de navarros (1), y aquí Gil de Zúñiga parece ponernos en la pista de otra hipótesis que añadir a las ya divulgadas de Cassa de la Reyna Isabel la Católica, como homenaje del Condestable, primera dignidad militar, a su Reina enfrentada con los partidarios de la Beltraneja, como casa de reposo para la que no pudo ser reina, Juana la Loca, o simplemente, porque tan ilustres constructores la llamaran Cassa de la Reyna, por si en uno de sus viajes necesitaba de aposento. 

 

La verdad es que según la obra del Prof. Rumeu de Armas, la Reina Isabel de Castilla pasó de Santo Domingo de la Calzada a Bilbao sin detenerse en Naharruri. Pero esa disponibilidad como objeto del inmueble, posiblemente fue lo que dio vulgarmente, al fin y al cabo sólo había ocho vecinos en 1507,  el nombre de Cassa de la Reyna al Palacio y hasta los mismos Condestables tradicionalmente llamaron a su palacio, Cassa de la Reyna, como se ve en el dócumento de 1625, por el que D. Bernardino Fernández de Velasco y Tobar, cuando pierde el pleito por haber desviado el «calce molinar», que dice: «Por parte del Conbento de Ntra. Sra. de la Piedad y de mi Cassa de la Reyna ... », bien porque los nobles propietarios así venían llamando a su Palacio, bien porque aceptaran la denominación popular, el caso es que esta familiaridad acabó adquiriendo arraigo toponímico. 

 

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De ahí posiblemente que no §gure en ningún documento el bautizo del nuevo nombre. Habrá que seguir buscando nuestras señas de identidad, al menos para no dejarlas en manos de cronistas que con una frivolidad inadmisible no nos hacen justicia.

 

Quiera Dios que este libro y sus noticias sirvan de medio para acercarnos más a lo que de algún modo es nuestro, porque forma parte de nuestro acervo histórico cultural desde quese concibió la idea episcopal de D. Juan Fdez. de Velasco de fundarun monasterio y desde que ese proyecto se hizo realidad cuandoel 30 de Octubre de 1524 entró en religión la Ilustre Sra. Dña.

Isabel Alonso de Guzmán y Fernández de Velasco con el nombre de Sor María de la Piedad. No deja de ser curiosa la coincidencia de que a finales de Octubre de 1671 taínbién alcanzase Casalarreina su autonomía como municipio por 600.000 maravedís, aunque todavía en el siglo XVII siguieran pleito exigiendoel pago del censo las monjas hernardas de Cañas, primitivas propietarias de Naharruri, pleito que puede seguirse en la sección «Clero», libro 5698, legajo nms. 2832, 2838 y 2844 en el Archivo Histórico Nacional en Madrid. Ese pleito a veces nombra a Naharruri, y otras a Casalarreina.

 

 

EUGENIO DE RIOJA.

 

«Eugenio de Rioja» es el seudóni habitual de Eugenio Martínez Pérez, periodista y Licenciado en Derecho.

 

(1) Según un trabajo de Shalar, publicado en la Geografía del País Vasco (tomo de Navarra), el nombre antiguo era Lerreiuri, que significa literalmente: Pueblo de la Reina, cosa, por otra parte, que duda Guillermo de Rittwagen, en «Nomenclator de denominaciones geográficas vascas en La Rioja» Madrid 1928.

 

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Réalisée le 24 janvier 2005  André Cochet
Mise sur le Web le  30 janvier 2005

Christian Flages

Club Informatique de Pujols sur Ciron.
33210.   France.